miércoles, 7 de marzo de 2018

¿Qué quedó de los Encuentros (de 1972)? Por Eduardo Laporte






Me enteré de la existencia de los Encuentros de Pamplona de 1972 allá por 2009. Creo que fue por la exposición que se celebró en el Reina Sofía, 25 años después, y de la que me llegó algún eco. Flipé en colores. En colores tan lisérgicos como la película pintada de José Antonio Sistiaga (San Sebastián, 1932) que tuve la suerte de ver en pantalla grande.
No negaré que me dormí en algún pasaje, porque tal aluvión de información gráfica, artística, evocadora, no hay cerebro, al menos el mío, que lo asuma en su totalidad. Pero la experiencia fue potente. Silencio y miles y miles de fotogramas pintados. Abstracción pura. La conciencia de que detrás de cada fotograma estaba el artista. Quizá nada tan efímero como esa película, proyectada originariamente dentro de los Encuentros, en los cines Carlos III, con el provocador título en euskera, en aquel mundo en español de entonces, de era erera baleibu izik subua aruaren¸que viene a ser algo así como «para que no tengas miedo».
Este sábado se proyecta en Punto de Vista no la peli pintada, sino el documental que el propio Sistiaga rodó con su cámara de 16mm en la Pamplona invadida por el arte de vanguardia durante los inolvidables días del 26 de junio al 2 de julio de 1972. Inolvidables para los que los vivieron, pero también para los que, de una manera u otra, los vamos evocando, que es como ejercitar una memoria creativa y que permite revivir lo no vivido.
El cine, el arte y la información publicada al respecto nos permiten generar algo parecido a la experiencia: la ilusión de lo vivido. Como el fenomenal libro publicado por el Museo Universidad de Navarra, que es la mayor guía sobre el evento publicada hasta la fecha, con entrevistas de gran valor como la realizada a la compositora Teresa Catalán o el testimonio de José Miguel de Prada Poolesobre sus cúpulas hinchables, una arquitectura utópica y en colorinesdonde ahora se yergue ese Baluarte negro como una morcilla de luto. Háganse con ese libro: revivan los Encuentros quienes lo vivieron e imaginen cómo fue aquello, gracias al apoyo documental, quienes no estuvieron. También están vivos muchos de sus protagonistas: Luis de Pablo, el fotógrafo Pío Guerendiain, José Luis Alexanco. Hablen con ellos. Chillida no. Oteiza tampoco. Este último no quiso participar, porque venía el primero. Ay. Luego se dieron un abrazo. El vacío de aquellos días se compensa con una presencia permanente: el Museo Oteiza.




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