Seguimos con la 2º parte del 4º capítulo de nuestras #HistoriasArantzazu, que continúa el post anterior.
Durante la paralización de las obras artísticas de Arantzazu se buscaron diversas soluciones para su culminación. En el caso de Oteiza, en 1964 se reunió una comisión artística con el obispo de San Sebastián al frente, pero nuevamente se desautorizaron las obras y le propusieron sustituir el Friso por otro en el que desapareciesen las referencias humanas. Oteiza escribió al obispo: “El escultor no puede aceptar esta proposición, después de la libertad devuelta al artista por Su Santidad Paulo 6”.
Durante la paralización de las obras artísticas de Arantzazu se buscaron diversas soluciones para su culminación. En el caso de Oteiza, en 1964 se reunió una comisión artística con el obispo de San Sebastián al frente, pero nuevamente se desautorizaron las obras y le propusieron sustituir el Friso por otro en el que desapareciesen las referencias humanas. Oteiza escribió al obispo: “El escultor no puede aceptar esta proposición, después de la libertad devuelta al artista por Su Santidad Paulo 6”.
Hubo que esperar a 1966 para que obispado de San Sebastián autorizara su instalación escultórica y a 1968 para que Oteiza regresara a Arantzazu, momento en el que se reinició la talla en piedra del Friso de los apóstoles y de la imagen de la Virgen. El apostolario se instaló en junio de 1969 y la Piedad en octubre del mismo año, culminando así el trabajo de obra pública más importante de Oteiza.
Aquella paralización permitió que el proyecto madurase y sirvió para demostrar el potencial que tiene el arte para dar respuesta a la sociedad y su profundo simbolismo que trasciende y se proyecta a ámbitos sociales, religiosos, culturales y políticos de toda una comunidad
En una entrevista realizada en 1970 y ante las distintas interpretaciones de su trabajo, Oteiza indicó: “no veo ya más que un muro de soledad, la soledad de la muerte, suficiente una sola muerte para todos, la muerte en la pared de este lado de nuestra realidad, la incomunicación, la turbación, el dolor, la impotencia. No encuentro aquí la esperanza, como escultor no puedo ser más que testimonio, la esperanza religiosa se encontrará en el interior de la Iglesia, con la sagrada imagen de la Madre con el Hijo niño”.
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