martes, 20 de diciembre de 2016

CUESTIONAMIENTOS Y REDEFINICIONES PARA UNA NOCIÓN DE PROYECTO: NUEVA ESCULTURA VASCA 20 DE DICIEMBRE DE 2016


(Bilbao 2016).
Iskandar Rementeria (Bilbao, 1979).
Documental 60’.
Castellano.
No puede haber sinopsis de un trabajo en proceso de realización, pero sí puede decirse algo sobre el mismo. Es un proyecto de investigación desarrollado en formato audiovisual, y surge por interés del investigador durante la finalización de un trabajo previo -en formato audiovisual, y también textual- sobre el malogrado proyecto de Centro Cultural para la Alhóndiga de Bilbao, ideado por escultor Jorge Oteiza y los arquitectos Juan Daniel Fullaondo y Fco. Javier Sáenz de Oiza a finales de la década de 1980.
El trabajo comenzó dirigiendo su atención hacia unos artistas -Txomin Badiola, Ángel Bados, María Luisa Fernández, Pello Irazu y Juan Luis Moraza- que, confluyendo durante aquella época en el estudio del muelle de Uribitarte en Bilbao, habrían integrado ciertos aspectos de la obra y pensamiento oteicianos en la voluntad por redefinir el Proyecto moderno en posmodernidad; una posición y práctica artística que les diferenciaba de los epígonos de la denominada Escuela Vasca. Sin embargo, serían instancias exteriores al País Vasco las que identificaron a estos y otros artistas coetáneos mediante la etiqueta ‘nueva escultura vasca’, mnominalización propia del recién consolidado Estado de las autonomías, no exenta de cierta controversia.
Como previsión y garantía para la ultimación de este proyecto, en su inicio se ideó una metodología de trabajo que convino en denominarse condiciones de representación, de forma que el investigador, tras un período de encuentros y entrevistas con cada uno de los artistas mencionados, trabajaría como transmisor, no sólo de sus opiniones, sino de los distintos modos en que éstos quisieran representar(se), procurando así integrar en la investigación su saber de representación para formalizarlo en un espacio y tiempo audiovisual autónomo y estanco para cada uno de ellos.
Después de tres años de encuentros y entrevistas, y evidenciado el idealismo inicial de dicha metodología, ésta ha quedado sin embargo como posibilidad de llevar a cabo el proyecto, si bien la figura del investigador deba manifestarse con mayor presencia, y aspectos como unidad o sentido queden probablemente en suspenso. En cualquier caso, este trabajo vehicula intenciones asociadas con una línea de investigación anterior: por un lado, aquella vinculada a la transmisión del saber específico del arte; por otro, la relativa a la naturaleza de la relación del investigador con la propia investigación. Finalmente, podríamos afirmar que es un proyecto que versa sobre sus propias condiciones de posibilidad. No podemos saber de la resonancia de este texto en el futuro.
HORA: 19:00H.
3 € / 2 € CON TARJETA AZ.
SALA BASTIDA 
Planta -2

martes, 8 de noviembre de 2016

Vuelven a España los primeros cuadros abstractos de Palazuelo en París





El primer cuadro abstracto pintado por Pablo Palazuelo en 1949 al poco de llegar a París, conmocionado por el descubrimiento de la obra de Paul Klee, y otros siete óleos abstractos de ese año y de 1950, han vuelto a España, a la Galería Fernández-Braso, donde se exponen hasta el 5 de enero.
Las obras, que nunca antes habían estado a la venta y son las únicas de estos años existentes en el mercado del arte de este artista clave de la vanguardia de los 50, proceden de distintas colecciones francesas y componen un conjunto excepcional porque Pablo Palazuelo (Madrid 1915-Galapagar, Madrid, 2007) pintó muy poco en esos años y su obra está prácticamente toda en museos y colecciones institucionales.
Los galeristas Fernández-Braso han dedicado más de dos años a reunir estos ocho óleos que componen la exposición "Palazuelo. Pinturas abstractas del tiempo de París, 1949-1950", acompañada de un documentado catálogo que reproduce todas las obras con sus fichas razonadas y un texto con el título "Pablo Palazuelo, el caballero de la soledad" del comisario, el historiador del arte Alfonso de la Torre, autor también del Catálogo Razonado del artista.
"Estas pinturas son un poco herederas del mundo misterioso de Paul Klee, una influencia que está reconocida por Palazuelo. Es una exposición valerosa, son sólo ocho pinturas muy poco conocidas en España, nunca en Madrid, que se concentran en los años 1949-50, porque se ha querido mostrar el momento exacto en que Palazuelo llega a París desde el Madrid ralo y gris de la posguerra", ha explicado a Efe el comisario.
La primera pintura abstracta de Palazuelo lleva por título "Fougue"(Fuga), está fechada en 1949, y es una geometría de líneas y planos, en vibración, "con aire movido tal fuga" título muy kleeiano, y diferentes tonos de rojos. "Cada uno debe moverse hacia donde el corazón le lleve" escribía unos meses antes a la realización de esta obra del artista, citando a Paul Klee.
Es un cuadro comparable al "Sur noir", del mismo año, que conserva el Museo Patio Herreriano de Valladolid y es muy posible además, según el comisario, que sea también el primer cuadro abstracto de un artista español después de la guerra, porque el Grupo Pórtico llega un poco después y Antonio Saura también.
Palazuelo cuenta que esa especie de revelación que se produce cuando él conoce la obra de Paul Klee le lleva a pintar en París este primer cuadro, y que lo hace sobre otro lienzo suyo cubista picassiano, "Mujer en el espejo" .
Al entrar la Galería, una de la más grandes y espaciosas de Madrid, en la gran pared frontal blanca, lo que vemos es un pequeño cuadro, casi blanco, "como espejo de ceniza", de 40x30," Idée (Idea)", de 1949, elegido con la intención de acentuar el factor de concentración y de cómo una obra pequeña puede contener el gran mundo.
Cerca del óleo, una fotografía en la que el cuadro aparece en un caballete en el estudio de Pablo Palazuelo en el Colegio de España en París del año 1950, que se reproduce también en el catálogo, junto con la del estudio de la localidad de Villaines-sous-Bois, de 1951, pueblo a 40 kilómetros de la capital al que se retiró un año a trabajar en soledad y silencio.
Los otros cuadros que forman la exposición son "Nocturno" (1949), "Composición" (1950), "Cuatro" 1950, "Figure I", 1950, "Figure II", 1950, y "Sans titre", 1950.
"En estos cuadros ya está el Palazuelo final, interior, concentrado, a contracorriente -asegura el comisario-, porque al final el mundo del que habla es ese mundo de lo que el llamaba el sueño de la línea, ese mundo de los planos, ese mundo de los colores sensibles".
Estos ocho lienzos de Palazuelo se pudieron ver en España junto con una selección de su obra de los años de París (1948 y 1968) en la muestra organizada por la Fundación March en 2010 y 2011 en su Museo de Palma de Mallora y el Museo Abstracto de Cuenca, que después viajó también al Museo Oteiza en Alzuza (Navarra).

miércoles, 19 de octubre de 2016

La Coral de Navarra y el Museo Oteiza homenajean al movimiento 'Ez dok amairu'




La Coral de Cámara de Navarra (CCN) homenajeará este sábado al movimiento cultural vasco 'Ez dok amairu', que ahora cumple medio siglo y del que formó parte Jorge Oteiza, cuyo museo en Alzuza tendrá especial protagonismo.

Se trata de un homenaje a la nueva canción vasca a través de los arreglos corales de ocho compositores contemporáneos vascos en base a otras tantas melodías creadas por Julen LekuonaXabier LeteJose Angel Irigarai o Benito Lertxundi, entre otros, que la Coral interpretará este sábado por la tarde en Baluarte, donde también intervendrá el coro Bogoroditsie de Durango y el pianista Andoni Arcilla.

Por la mañana, en el Museo Jorge Oteiza y en el marco además de la celebración del 108 aniversario del nacimiento del artista vasco, tendrá lugar una mesa redonda con expertos en la que se analizarán algunos aspectos del movimiento 'Ez dok amairu', y poco después se realizará una visita al museo en la que la CCN interpretará la obra 'Urak dakarrena' de José Angel Irigarai, arreglada por Koldo Pastor.

El proyecto de la Coral de Cámara de Navarra surge a raíz de la invitación que les hizo el Archivo Vasco de la Música (Eresbil) para participar en uno de los programas de la Semana de la Música Vasca (Musikaste) de 2016, en el que se implicaba la Cátedra Mikel Laboa de la Universidad del País Vasco, Donostia 2016 capital cultural y el propio Archivo Eresbil junto a la Coral Andra Mari.

Su participación en Musikaste se amplía ahora a esta iniciativa, a la que se quiere dotar de uncarácter pedagógico y divulgativo en torno a 'Ez dok amairu' y entroncarlo con la figura de Oteiza, quien fue además quien bautizó con ese nombre al movimiento.

En conferencia de prensa, el director artístico de la Coral navarra, David Guindano, ha recordado que el movimiento cultural 'Ez dok amairu', traducido como 'No hay trece', y rescatado de una leyenda popular vasca, aludía a la ruptura de la mala suerte y el "castigo" que contra la cultura vasca se había vivido hasta entonces con el régimen franquista, y fue una corriente que entre 1966 y 1972 se centró principalmente en música y poesía.

"Reivindica la nueva creación, un poco como la nueva canción catalana, a partir de elementos étnicos o incluso de textos vinculados a la cultura pero todos de nueva creación en un lenguaje bastante cercano al movimiento de los cantautores que se estaba produciendo en ese momento", ha recordado Guindano.

Ha explicado que Musikaste encargó a varios creadores la adaptación al instrumento coral de estas melodías en principio no corales, porque "el instrumento coral representa la expresión mas representativa del hecho musical en nuestra tierra".

"Creo además interesante enriquecer el repertorio del instrumento coral con obras en principio un poquito alejadas de él, como pueden ser este tipo de obras vinculadas a la música popular urbana, al mundo del cantautor o incluso dándole un toque más moderno con el jazz, que es otro punto de vista", ha avanzado.

Guindano ha valorado que el resultado es "bastante interesante", con adaptaciones para coro solo, para coro y piano, y en algunos momentos con alguna colaboración instrumental más, lo que lo convierte en "un evento bastante completo y también transversal en cuanto a las disciplinas artísticas".

En cualquier caso, pese a ser música contemporánea, ha avanzado que se escuchará "una música bastante sencilla de oir, que se mueve en el ámbito del pandiatonismo" y, excepto la obra de Koldo Pastor que puede alejarse un poco, "lo demás se mueve en un ámbito muy amable en general".

También ha intervenido el director del Museo Oteiza, Gregorio Díaz Ereño, quien ha abierto el "espacio singular" del edificio a iniciativas como esta, en la que además el "poliédrico" artista estuvo directamente implicado y "muy activo"

jueves, 29 de septiembre de 2016

Oteiza dialoga amb Gaudí



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Tres de les 'caixes buides' d'Oteiza que poden veure's a la Pedrera: 'Circulació en oblic amb tres buits Malévich', 'Buits en cadena' i 'Variant vertical del signe funerari Galíndez', de 1958 JOAN SÁNCHEZ
A la fi dels anys cinquanta coincidint amb la seva popularitat més gran i èxit professional que l’havia enlairat fins a ser considerat el millor escultor del món, Jorge Oteiza (Orio, 1908 - Sant Sebastià, 2003) va decidir abandonar la seva feina perquè considerava que havia arribat al final; que les escultures ja no li aportaven res. Però el seu silenci creador no va significar la seva desaparició, sinó que Oteiza, des d’aquest moment, va entrar en un remolí d’activisme i creació literària, escrivint assajos, fent una important tasca pedagògica o vinculat al cinema, generant milers de documents i dotzenes de llibres. Hi ha doncs molts oteizas en l’exposició “Oteiza. La desocupació de l’espai”. Tots dialoguen, a partir d’aquest dimarts, amb La Pedrera, una de les obres cabdals d’Antoni Gaudí; a priori, una conversa sorda per llunyana, però que deixa entreveure tot el que tenen a veure aquests dos creadors excepcionals: els dos van dominar el volum i l’espai com pocs, l’arquitecte creant formes originals i gairebé impossibles; l’escultor realitzant obres en les quals va acabar reduint més i més la presència de matèria per descobrir els espais buits. Els dos van compartir, malgrat la distància, la creació d’obres visionàries que transcendeixen més enllà de l’experiència estètica.
De fet, tal com recorda l’exposició que organitza Fundació Catalunya La Pedrera, Oteiza admirava profundament Gaudí: “El més important i definitori com a estàtua va ser en la meva visita al taller de Gaudí, a la Sagrada Família, un tros geomètric de columna o d’arc, una pedra sola abandonada a terra però recorreguda per una tensió física imperceptible”, va escriure. Per això, no hi ha dubte que el basc estaria, malgrat el seu caràcter difícil, content de poder mostrar part de les seves obres (el seu corpus asseguren que són 2.700 escultures) en una obra del seu admirat Gaudí.
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Els tres caps dels apòstols que va realitzar Oteiza per a la basílica d'Aránzazu. 
Des del 1988 a Barcelona no s’havia vist una gran exposició sobre Oteiza. Ara s’han reunit 130 obres, de les quals 91 escultures, al pis noble d’aquest edifici que es mostra en tota la seva esplendor. S’han obert finestres perquè entri la llum tamisada del carrer, s’han alliberat les columnes, totes diferents, de l’edifici, que passen del cub de la base al cilindre dels fusts i dialoguen com mai amb el continent d’Oteiza, la gran majoria obres de la Fundació Museo Jorge Oteiza, instal·lada des del 2003 a la localitat navarresa d’Alzuza que conserva 1.650 escultures de l’artista. La mostra comissariada per Gregorio Díaz i Elena Martín, director i responsable del departament de conservació del museu també té tres peces del Museo Reina Sofia i quatre de col·leccionistes privats.
La mostra repassa tots els processos creatius de l’escultor; “la seva evolució des del primitivisme fins al minimalisme constructivista” segons Martín i s’il·lustra amb fotografies com les del seu famós laboratori de guixos, en el qual se’l veu treballant amb guixos i donant forma a pots de conserva. “Les llaunes m’han alimentat físicament i mentalment”, assegura l’artista. Les primeres obres estan influïdes per l’art precolombí que va contemplar durant els seus viatges i l’estada de 13 anys a Sud-Amèrica. El segueixen les seves peces antropomorfes en les quals comença a aparèixer l’abstracció: Dos anys després del seu retorn el 1948 va començar a treballar, després de guanyar un concurs nacional, en la reconstrucció de la basílica d’Arantzazu, realitzant l’estatuària de la façana principal. El 1955 se suspenen els treballs perquè certs sectors de l’Església consideraven que no ajudaven a guanyar adeptes, sinó tot el contrari i algunes figures van quedar a mig fer. En l’exposició es poden veure tres caps dels apòstols, i algunes maquetes de la Mare de Déu. Després que les figures a mig fer romanguessin 15 anys abandonades en una calçada, el projecte es va reprendre el 1969 i es van instal·lar els seus 14 apòstols brutalistes (segons Oteiza els 13 remers d’una trainera i el timoner).
'Caixa buida amb color desocupant', d'Oteiza a la Pedrera. 
La seva presència a la Biennal de Sao Paulo el 1957, en la qual va ser nomenat millor escultor del món, està representada en l’exposició amb vuit de les 28 peces que es mostren sobre peanyes idèntiques a les quals va dissenyar el mateix Oteiza. Al Brasil, l’artista va mostrar la conclusió dels seus treballs, de la naturalesa experimental de la seva escultura, unió d’“estructures lleugeres, dinàmiques i obertes, creadores d’espais actius que desafien el pes de la matèria”, explica Martín. És el cas de Suspensió buida (estela funerària homenatge al constructor aeronàutic René Couzinet), propietat del Reina Sofia, creada el 1957. La mostra conclou amb algunes de les seves caixes metafísiques en les quals va buscar la presència de l’absència, del no-res, entre ellesHomenatge a Velázquez, “que captura l’atmosfera de les Meninas” i Unitat mínima, considerada una de les seves últimes peces, del 1959, que tanca l’exposició.

lunes, 26 de septiembre de 2016

El edificio barcelonés de La Pedrera acoge la exposición 'Oteiza. La Desocupación del espacio'






La sala de exposiciones del edificio barcelonés de La Pedrera acoge la exposición 'Oteiza. La desocupación del espacio', una completa muestra organizada por la Fundación Museo Jorge Oteiza y la Fundación Catalunya-La Pedrera, que analiza la trayectoria del artista a través de una selección de 130 obras procedentes, en su mayoría, del Museo de Alzuza.
La exposición, que se mostrará entre este martes, 27 de septiembre, y el 22 de enero de 2017, está comisariada por Gregorio Díaz Ereño y Elena Martín, director y conservadora del Museo Oteiza, respectivamente.
La presentación de la exposición en La Pedrera es, según el Gobierno foral, "una gran oportunidad para que la ciudadanía de la ciudad condal pueda conocer la obra de este artista fundamental en la historia del arte del siglo XX, del que no se organiza ninguna muestra monográfica en Barcelona desde hace treinta años".
La exposición 'Oteiza. La desocupación del espacio' propone un recorrido cronológico y documentado por los diferentes procesos experimentales de desocupación y vaciamiento realizados por el escultor hasta llegar a su obra conclusiva de finales de los años cincuenta, que representa el paso de una escultura figurativa a una puramente espacial.
A lo largo de este proceso, la escultura supera los límites de la materia y se encarna simbólicamente en el vacío, un espacio de plenitud y sin tiempo que adquiere toda la significación espiritual y metafísica que ansiaba el artista.
La exposición incorpora también numerosos dibujos y documentación original de Oteiza, y da a conocer diversas facetas de su trayectoria vital, política y creativa, que comprenden desde la arquitectura o la poesía hasta la pedagogía o la agitación cultural y ponen de manifiesto su voluntad de participar en la construcción social desde el arte y la estética.
Esta exposición se ha organizado en estrecha colaboración con la Fundación Museo Jorge Oteiza, que, además de realizar el comisariado, cedió la mayoría de las obras presentes en esta retrospectiva. Los fondos del Museo Oteiza están integrados por un total de 1.650 esculturas, 2.000 piezas de su laboratorio experimental, además de una gran cantidad de dibujos, collages y documentación personal del propio Oteiza.

martes, 21 de junio de 2016

El día en que Oteiza se disgustó con Gijón (y la muestra que hace las paces)




Ya tardaba Jorge Oteiza en dejarse ver en el museo Evaristo Valle. Solo por su cercanía artística y personal con dos de los grandes escultores vinculados al centro gijonés -Joaquín Rubio Camín y Amador- y por su enorme ascendente en la escultura contemporánea española, tan cuidadosamente representada en el museo, bastaría para preguntarse por el motivo de esa tardanza. Existe. Como existe un cronometraje preciso de la demora: los 25 años transcurridos desde que el escultor vetase una exposición en el Valle para la que todo estaba ya listo. También hubo otro tipo de exposición: la de los motivos de Oteiza; sucinta, pero por escrito, y de puño y letra del intenso creador vasco. La recibió el director del museo, Guillermo Basagoiti, firmada por Oteiza desde su santuario navarro de Alzuza con fecha de 7 de mayo de 1991. No era una carta, sino un ejemplar de su recién aparecido Libro de los plagios con una dedicatoria-explicación: «En este librito tiene usted los motivos -uno de ellos en este momento el principal- de mi verdadero disgusto de sólo pensar en Gijón».
Los «motivos» se reducían a uno: Eduardo Chillida, por supuesto. El escultor donostiarra acababa de inaugurar en el cerro de Santa Catalina una de sus piezas mayores. un Elogio del horizonte que la ciudad consagraba desde el minuto cero como un emblema. Y el Elogio era precisamente una de las piezas cuyo plagio denunciaba el colérico y pugnaz Oteiza en aquel libro que venía a ser el testimonio definitivo de una enemistad casi legendaria tres décadas largas entre los dos artistas. Faltaba un lustro para su abrazo de reconciliación en Chillida Leku y la presencia de un Chillida en el centro de Gijón era todavía casus belli suficiente como para negarse a exhibir la propia obra en el recoleto museo de Somió, a las afueras.
Como llegó aquel abrazo representado hoy en una pieza de Chillida en la bahía donostiarra, ha llegado finalmente la exposición al Evaristo Valle. Ha tenido que pasar este cuarto de siglo para que Guillermo Basagoiti -que, ni que decir tiene, guarda como oro en paño el Libro de los plagiosmanuscrito por Oteiza que tanto debió de disgustarle- vea finalmente cumplido un viejo sueño. Pero no son las obras del Museo de Bellas Artes de Bilbao seleccionadas entonces sino otro conjunto, perteneciente, salvo una de las piezas, al Museo de Arte Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS): once esculturas de corte figurativo en bronce y zinc que pivotan en torno a una de las Cajas vacías de Oteiza, esta de una colección privada.
La Caja, de entre 1958-59, es también el eje cronológico de la muestra, que va de los años 1949 a 1969, y que contiene la esencia de lo que es la escultura de Oteiza: hueco y materia, sensualidad y trascendencia, humanidad y sacralidad. La sala de exposiciones del Valle se ha transformado, de hecho, en algo muy parecido a una sobrecogedora capilla o territorio sagrado con la presencia de estas obras.
La donación Schabelsky
Pero esas diez piezas del MAS también fueron previamente propiedad particular, y su origen añade a la exposición otra capa afectiva. Su llegada al museo cántabro fue una ansiada y complicada donación del empresario y filántropo Pablo Schabelsky, un huérfano que abandonó San Petersburgo tras la muerte de su padre durante la Revolución Rusa y fue adoptado por su familia en Cantabria. Oteiza profesaba un afecto muy especial hacia Schabelsky porque el coleccionista fue uno de los primeros apoyos que el artista tuvo en los difíciles tiempos tras su regreso de Latinoamérica.
Es precisamente de ese periodo del que datan las primeras piezas de la exposición de un artista que el director del MAS, Salvador Carretero, describe de la manera más sencilla y rotunda: «Uno de los grandes de todos los tiempos. Punto». Aunque esa grandeza indiscutible admita, por descontado, los otros atributos que caracterizaron a Jorge Oteiza, «un artista maldito con un carácter extremadamente difícil», «Auténtico, atómico, solidario como el que más» y un hombre esencialmente «excéntrico», no en habitual sentido figurado de la palabra sino en el más literal: un ser «con múltiples centros», en perpetuo desplazamiento en torno a ellos que hizo de su vida entera «un constante propósito experimental». 
De todo ello habla la pequeña pero imponente selección de esculturas del MAS, que parte del Arrijasotzaile con la piedra cilíndrica de 1949, un levantador de piedras vasco en el que la masa y el peso de la piedra se muestran ya a través del elemento más característico de Oteiza: el  «vacío, o más bien desocupación del espacio que -explica Salvador Carretero- hace que el espacio paradójicamente esté ocupado, porque el vacío es tan importante como la materia en Oteiza».

No pocas de las esculturas están vinculadas al gran ciclo del santuario de Aránzazu, donde Oteiza trabajó en una extraordinaria experiencia de integración entre artistas, y tienen carácter preparatorio, aunque también entidad propia: Cabeza de Apóstol para Aránzazu, Asunción para Aránzazu, Friso con cuatro Apóstoles o la Piedad de Aránzazu en la que el escultor vasco altera radicalmente la iconografía y la composición de este tema tradicional de la escultura sacra.
De un modo u otro, el vacío se hace presente en las huellas y vaciados que dejaron los dedos del artista al trabajar sus modelos de barro, antes de ir a la fundición. También se hace presente la influencia de la escultura precolombina o de su admirado Henry Moore en esculturas como Sagrada familia, Mujeres murmurando o Adán y Eva, una de las más sobresalientes de la colección del MAS donde parece concentrarse todo lo que el portentoso creador vasco quiso reunir en su obra: sustancia y vacío, trascendencia y sensualidad, humanismo y construcción, agonía existencial y experimentación.

miércoles, 15 de junio de 2016

El escultor del vacío llena el Museo de Valle





«Díscolo, indómito, provocador, incómodo, rebelde, fugitivo, irrepetible, conspirador». Todos estos adjetivos tienen el mismo destino, la inconfundible figura de Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003). Los pone en fila Gregorio Díaz Ereño, director del museo que lleva su nombre. Y no se detiene ahí. Habla Díaz Ereño del artista cuya obra es esencial para contar la historia de la segunda mitad del siglo XX como de un genio «poliédrico, en permanente lucha contra el engaño y la impostura, quijotesco, agitador cultural, disidente, inconformista, de conciencia crítica...». Según él, Jorge Oteiza «es todo y más». Y con esa carga enorme, que va de la antropología a la utopía, pasando por la ética, la estética y la filosofía, viene ahora a Gijón. No él, que falleció hace 13 años, pero sí su obra, que lo dice todo sobre él. Una colección completa que se dejará mirar, a partir de este domingo, en el Museo Evaristo Valle, de Gijón. Allí, el considerado como el escultor del vacío -a su experiencia, análisis y búsqueda dedicó su vida- llenará la sala de exposiciones temporales, a partir del domingo.
Las piezas, 11 en total, todas fundidas en bronce o zinc, pertenecen a su primera gran etapa, la que va de 1949 a 1969. Curiosamente ninguna viene del museo navarro, sino del de Santander. Brillan en sus colecciones gracias a la donación de Pablo Schabelsky, amante del arte nacido en San Petersburgo en 1914, que de niño al morir sus padres, fue adoptado por sus tíos de Santander. Convertido con el tiempo en coleccionista donó aquello que de Oteiza había acopiado, haciendo del museo cántabro uno de los más potentes en representación del escultor vasco.
La única pieza que no viene de su mano es 'Caja Vacía', que procede de una colección particular y es todo un símbolo en la obra del nuevo invitado del Evaristo Valle. Con ella queda patente, como escribe Gabriel Rodríguez en el catálogo de la exposición, que «Oteiza irrumpe en el panorama artístico español como un auténtico tsunami, rompiendo moldes y conceptos».
A Gijón llega, además, con dos retratos fotográficos realizados por uno de sus amigos del alma, el gran escultor asturiano nacido en Ceuta, Amador Rodríguez, que le eternizó analizando las líneas de una de sus obras en actitud totalmente reflexiva y besando a Itziar, el busto de cemento con el que retrató a su mujer y que hoy reposa en colección privada, tras ser vendido hace tiempo por 120.000 euros. Además el propio Amador, de cuya muerte se cumplieron 15 años la semana pasada (10 de junio de 2001), también le espera representado por sus esculturas en el museo de Somió. Una pequeña muestra le rinde memoria y ofrece la posibilidad de acercarse a cinco de sus espléndidas piezas. 
Pero el auténtico protagonista de la cita del domingo es Oteiza. A sus primeros pasos, «persiguiendo la magia de las culturas ancestrales», regresan algunas de las piezas seleccionadas para esta exposición. Otras hablan del tiempo en que introduce «la reflexión sobre el vacío». Interesa destacar, y así lo hace Gabriel Rodríguez, que todo el trabajo del escultor vasco «está inspirado por el mismo afán espiritual de hacer una obra metafísica».
Las primeras esculturas del conjunto, de 1949, se corresponden con el regreso de Oteiza a España «después de su periplo americano, donde se forjó su interés por la cultura precolombina, interés compartido también con Henry Moore». Fue en aquel tiempo cuando conoció al escultor inglés, que deja un importante rastro en su obra. Es evidente en 'Mujeres murmurando' o 'Figuras', que se verán en Gijón. A partir de 1950 «aparecen nuevos planteamientos en sus investigaciones sobre la figura humana, de formatos verticales, vaciados en canal y de carácter mas existencialista». Caso de 'Adán y Eva' y 'Xenpelar'.
Hay distancias en las etapas están, pero ambas están unidas por un trabajo fundamental. La preparación de su obra para el Santuario de Aránzazu, algunos de cuyos bocetos se citan ahora en Gijón, como 'Cabeza de Apóstol para Aránzazu' y 'Asunción para Aránzazu', 'Friso con cuatro Apóstoles', y 'Piedad de Aránzazu'. Unos y otros, alimentados de la carga de profundidad que dejó el escultor en herencia, podrán contemplarse hasta el 25 de septiembre.