martes, 21 de junio de 2016

El día en que Oteiza se disgustó con Gijón (y la muestra que hace las paces)




Ya tardaba Jorge Oteiza en dejarse ver en el museo Evaristo Valle. Solo por su cercanía artística y personal con dos de los grandes escultores vinculados al centro gijonés -Joaquín Rubio Camín y Amador- y por su enorme ascendente en la escultura contemporánea española, tan cuidadosamente representada en el museo, bastaría para preguntarse por el motivo de esa tardanza. Existe. Como existe un cronometraje preciso de la demora: los 25 años transcurridos desde que el escultor vetase una exposición en el Valle para la que todo estaba ya listo. También hubo otro tipo de exposición: la de los motivos de Oteiza; sucinta, pero por escrito, y de puño y letra del intenso creador vasco. La recibió el director del museo, Guillermo Basagoiti, firmada por Oteiza desde su santuario navarro de Alzuza con fecha de 7 de mayo de 1991. No era una carta, sino un ejemplar de su recién aparecido Libro de los plagios con una dedicatoria-explicación: «En este librito tiene usted los motivos -uno de ellos en este momento el principal- de mi verdadero disgusto de sólo pensar en Gijón».
Los «motivos» se reducían a uno: Eduardo Chillida, por supuesto. El escultor donostiarra acababa de inaugurar en el cerro de Santa Catalina una de sus piezas mayores. un Elogio del horizonte que la ciudad consagraba desde el minuto cero como un emblema. Y el Elogio era precisamente una de las piezas cuyo plagio denunciaba el colérico y pugnaz Oteiza en aquel libro que venía a ser el testimonio definitivo de una enemistad casi legendaria tres décadas largas entre los dos artistas. Faltaba un lustro para su abrazo de reconciliación en Chillida Leku y la presencia de un Chillida en el centro de Gijón era todavía casus belli suficiente como para negarse a exhibir la propia obra en el recoleto museo de Somió, a las afueras.
Como llegó aquel abrazo representado hoy en una pieza de Chillida en la bahía donostiarra, ha llegado finalmente la exposición al Evaristo Valle. Ha tenido que pasar este cuarto de siglo para que Guillermo Basagoiti -que, ni que decir tiene, guarda como oro en paño el Libro de los plagiosmanuscrito por Oteiza que tanto debió de disgustarle- vea finalmente cumplido un viejo sueño. Pero no son las obras del Museo de Bellas Artes de Bilbao seleccionadas entonces sino otro conjunto, perteneciente, salvo una de las piezas, al Museo de Arte Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS): once esculturas de corte figurativo en bronce y zinc que pivotan en torno a una de las Cajas vacías de Oteiza, esta de una colección privada.
La Caja, de entre 1958-59, es también el eje cronológico de la muestra, que va de los años 1949 a 1969, y que contiene la esencia de lo que es la escultura de Oteiza: hueco y materia, sensualidad y trascendencia, humanidad y sacralidad. La sala de exposiciones del Valle se ha transformado, de hecho, en algo muy parecido a una sobrecogedora capilla o territorio sagrado con la presencia de estas obras.
La donación Schabelsky
Pero esas diez piezas del MAS también fueron previamente propiedad particular, y su origen añade a la exposición otra capa afectiva. Su llegada al museo cántabro fue una ansiada y complicada donación del empresario y filántropo Pablo Schabelsky, un huérfano que abandonó San Petersburgo tras la muerte de su padre durante la Revolución Rusa y fue adoptado por su familia en Cantabria. Oteiza profesaba un afecto muy especial hacia Schabelsky porque el coleccionista fue uno de los primeros apoyos que el artista tuvo en los difíciles tiempos tras su regreso de Latinoamérica.
Es precisamente de ese periodo del que datan las primeras piezas de la exposición de un artista que el director del MAS, Salvador Carretero, describe de la manera más sencilla y rotunda: «Uno de los grandes de todos los tiempos. Punto». Aunque esa grandeza indiscutible admita, por descontado, los otros atributos que caracterizaron a Jorge Oteiza, «un artista maldito con un carácter extremadamente difícil», «Auténtico, atómico, solidario como el que más» y un hombre esencialmente «excéntrico», no en habitual sentido figurado de la palabra sino en el más literal: un ser «con múltiples centros», en perpetuo desplazamiento en torno a ellos que hizo de su vida entera «un constante propósito experimental». 
De todo ello habla la pequeña pero imponente selección de esculturas del MAS, que parte del Arrijasotzaile con la piedra cilíndrica de 1949, un levantador de piedras vasco en el que la masa y el peso de la piedra se muestran ya a través del elemento más característico de Oteiza: el  «vacío, o más bien desocupación del espacio que -explica Salvador Carretero- hace que el espacio paradójicamente esté ocupado, porque el vacío es tan importante como la materia en Oteiza».

No pocas de las esculturas están vinculadas al gran ciclo del santuario de Aránzazu, donde Oteiza trabajó en una extraordinaria experiencia de integración entre artistas, y tienen carácter preparatorio, aunque también entidad propia: Cabeza de Apóstol para Aránzazu, Asunción para Aránzazu, Friso con cuatro Apóstoles o la Piedad de Aránzazu en la que el escultor vasco altera radicalmente la iconografía y la composición de este tema tradicional de la escultura sacra.
De un modo u otro, el vacío se hace presente en las huellas y vaciados que dejaron los dedos del artista al trabajar sus modelos de barro, antes de ir a la fundición. También se hace presente la influencia de la escultura precolombina o de su admirado Henry Moore en esculturas como Sagrada familia, Mujeres murmurando o Adán y Eva, una de las más sobresalientes de la colección del MAS donde parece concentrarse todo lo que el portentoso creador vasco quiso reunir en su obra: sustancia y vacío, trascendencia y sensualidad, humanismo y construcción, agonía existencial y experimentación.

miércoles, 15 de junio de 2016

El escultor del vacío llena el Museo de Valle





«Díscolo, indómito, provocador, incómodo, rebelde, fugitivo, irrepetible, conspirador». Todos estos adjetivos tienen el mismo destino, la inconfundible figura de Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003). Los pone en fila Gregorio Díaz Ereño, director del museo que lleva su nombre. Y no se detiene ahí. Habla Díaz Ereño del artista cuya obra es esencial para contar la historia de la segunda mitad del siglo XX como de un genio «poliédrico, en permanente lucha contra el engaño y la impostura, quijotesco, agitador cultural, disidente, inconformista, de conciencia crítica...». Según él, Jorge Oteiza «es todo y más». Y con esa carga enorme, que va de la antropología a la utopía, pasando por la ética, la estética y la filosofía, viene ahora a Gijón. No él, que falleció hace 13 años, pero sí su obra, que lo dice todo sobre él. Una colección completa que se dejará mirar, a partir de este domingo, en el Museo Evaristo Valle, de Gijón. Allí, el considerado como el escultor del vacío -a su experiencia, análisis y búsqueda dedicó su vida- llenará la sala de exposiciones temporales, a partir del domingo.
Las piezas, 11 en total, todas fundidas en bronce o zinc, pertenecen a su primera gran etapa, la que va de 1949 a 1969. Curiosamente ninguna viene del museo navarro, sino del de Santander. Brillan en sus colecciones gracias a la donación de Pablo Schabelsky, amante del arte nacido en San Petersburgo en 1914, que de niño al morir sus padres, fue adoptado por sus tíos de Santander. Convertido con el tiempo en coleccionista donó aquello que de Oteiza había acopiado, haciendo del museo cántabro uno de los más potentes en representación del escultor vasco.
La única pieza que no viene de su mano es 'Caja Vacía', que procede de una colección particular y es todo un símbolo en la obra del nuevo invitado del Evaristo Valle. Con ella queda patente, como escribe Gabriel Rodríguez en el catálogo de la exposición, que «Oteiza irrumpe en el panorama artístico español como un auténtico tsunami, rompiendo moldes y conceptos».
A Gijón llega, además, con dos retratos fotográficos realizados por uno de sus amigos del alma, el gran escultor asturiano nacido en Ceuta, Amador Rodríguez, que le eternizó analizando las líneas de una de sus obras en actitud totalmente reflexiva y besando a Itziar, el busto de cemento con el que retrató a su mujer y que hoy reposa en colección privada, tras ser vendido hace tiempo por 120.000 euros. Además el propio Amador, de cuya muerte se cumplieron 15 años la semana pasada (10 de junio de 2001), también le espera representado por sus esculturas en el museo de Somió. Una pequeña muestra le rinde memoria y ofrece la posibilidad de acercarse a cinco de sus espléndidas piezas. 
Pero el auténtico protagonista de la cita del domingo es Oteiza. A sus primeros pasos, «persiguiendo la magia de las culturas ancestrales», regresan algunas de las piezas seleccionadas para esta exposición. Otras hablan del tiempo en que introduce «la reflexión sobre el vacío». Interesa destacar, y así lo hace Gabriel Rodríguez, que todo el trabajo del escultor vasco «está inspirado por el mismo afán espiritual de hacer una obra metafísica».
Las primeras esculturas del conjunto, de 1949, se corresponden con el regreso de Oteiza a España «después de su periplo americano, donde se forjó su interés por la cultura precolombina, interés compartido también con Henry Moore». Fue en aquel tiempo cuando conoció al escultor inglés, que deja un importante rastro en su obra. Es evidente en 'Mujeres murmurando' o 'Figuras', que se verán en Gijón. A partir de 1950 «aparecen nuevos planteamientos en sus investigaciones sobre la figura humana, de formatos verticales, vaciados en canal y de carácter mas existencialista». Caso de 'Adán y Eva' y 'Xenpelar'.
Hay distancias en las etapas están, pero ambas están unidas por un trabajo fundamental. La preparación de su obra para el Santuario de Aránzazu, algunos de cuyos bocetos se citan ahora en Gijón, como 'Cabeza de Apóstol para Aránzazu' y 'Asunción para Aránzazu', 'Friso con cuatro Apóstoles', y 'Piedad de Aránzazu'. Unos y otros, alimentados de la carga de profundidad que dejó el escultor en herencia, podrán contemplarse hasta el 25 de septiembre.

domingo, 12 de junio de 2016

“Este es un proyecto para todo el País”




“La Capitalidad cultural tiene su epicentro en Donostia, pero nuestra ambición es que sea un proyecto de y para el País, en el que todos los ciudadanos y ciudadanas de Euskal Herria y turistas están invitados”, insiste Pablo Berástegui. 
Hay tantas actividades para este verano que resulta difícil seleccionar alguna. En su opinión, ¿qué no nos deberíamos perder? 
-Hay muchísimas actividades. Yo les diría que participen en todo lo que puedan, pero hay algunas propuestas que resultan imprescindibles. Por ejemplo, la exposición Tratado de Paz, el gran proyecto expositivo de la Capitalidad, que tiene su epicentro en Donostia, en dos sedes, en el Museo San Telmo y en el Koldo Mitxelena, y que luego tendrá extensión en otros lugares. De hecho, ya hay una muestra inaugurada en el Museo Oteiza, en Alzuza; en agosto se abrirá otra en Artium y en septiembre, otra en el Bellas Artes de Bilbao. Pero, es aconsejable acercarse a Donostia para ver el corazón del proyecto. La exposición aborda cómo el arte y el derecho han reflejado los acuerdos de paz en la historia y está compuesta por más de 400 obras de grandes museos internacionales como el Louvre y el Pompidou, pero también del Bellas Artes de Bilbao y el de Gasteiz, del Museo Oteiza, del MNAC y el MACBA, de Barcelona o del Reina Sofía y el Prado, de Madrid. Primero, hay que visitar la muestra de San Telmo y luego, la del Koldo Mitxelena. Además, hay visitas guiadas, que pueden resultar muy interesantes. 
Va a tener una dura competencia con exposiciones como la de Bourgeois en el Guggenheim, el hiperrealismo en el Bellas Artes o el Bosco en Madrid. ¿Qué aporta esta exposición? 
-Es una oferta adicional a esas grandes exposiciones que son capaces de mover a tantos visitantes. En este caso, se abordan temas que nos preocupan a nosotros, que tienen que ver con la paz y cómo, de alguna manera, se ha reflejado en el arte y el derecho; una exposición que cuenta con grandes obras y con un discurso argumental muy potente. Todos los que estén interesados en la Historia, en la representación artística, y que quieran disfrutar de grandes piezas de arte contemporáneo y tradicional, tienen que ver esta exposición. 
Por la mañana, una exposición. ¿Y por la noche? Aconséjenos un buen plan. 
-Hemos programado un gran proyecto teatral, Sueño de una noche de verano, coincidiendo con los 400 años de la muerte de Shakespeare. La particularidad es que la obra sale del teatro y se ambienta en el parque Cristina Enea; se hace un paralelismo con el bosque, que es el protagonista de la obra. Va a ser una experiencia multisensorial, en la que la gastronomía, la magia del solsticio de verano y el genio de Shakespeare para la comedia son los principales ingredientes. Habrá 10 funciones en euskera y 20 en castellano, del 21 junio al 24 de julio, con cena incluida. La venta de entradas ya está muy avanzada. La producción es de la compañía vasca Tanttaka, y es una buena oportunidad para saborear el mejor teatro hecho desde aquí pero con alcance internacional. 
¿Y para quien le guste la música? 
-Hay un proyecto que puede despertar mucho interés, Europa bat batean. En muchos lugares de Europa hay tradiciones similares en las que, con o sin música, se realizan improvisaciones de canto oral. En Donostia celebraremos un encuentro europeo del 11 al 16 de julio. Va a haber diferentes demostraciones de canto improvisado, en el que participarán cantantes de diferentes países como Austria, Gales, Cuba, México, Chipre... junto con bertsolaris, configurando un interesante diálogo intercultural. El festival europeo 12 points también es muy simpático, es como una especie de Eurovisión del jazz para buscar nuevos talentos... Participamos también en la Quincena Musical. Por primera vez en su historia se reunirá la Orquesta de Euskadi y la Sinfónica de Bilbao, en un concierto de clausura que sumará las voces del Orfeón Donostiarra, el Orfeón Pamplonés, la escolanía del Coro Easo y el coro joven Araoz para interpretar el Te Deum de Berlioz. Serán 400 personas en el escenario... Hay muchas propuestas que se adaptan a todos los públicos y a todos los gustos. 
Demasiados planes para un solo día... 
-Creo que los actos que se han programado merecen varias escapadas a Donostia este verano. Y entre concierto, teatro, exposiciones y festivales, yo recomendaría también un paseo por la Milla de la Paz, un recorrido de un kilómetro y medio a través del río Urumea, reflexionando en torno a la paz, a través de exposiciones de fotografías, proyecciones... 
¿Cree que el público de Bizkaia, de Araba o Nafarroa está sintiendo suya la Capitalidad? 
-Nuestra ambición es que sea un proyecto de País, al que todos los ciudadanos de Euskal Herria están invitados. La Capitalidad tiene su epicentro en Donostia, por lo cual es más fácil acceder a sus contenidos a la ciudadanía donostiarra. Sin embargo, el verano es el momento en el que hay mayor disponibilidad para moverse y desplazarse y hay más concentración de actividades dirigidas al público en general. 
El Año Europeo de la Cultura se aproxima a su ecuador. ¿Cuál es el balance? 
-Al proyecto le costó arrancar, pero creemos que va a ir creciendo paulatinamente, y ganando visibilidad. Está siendo un año de experiencias y aprendizaje, de superación de dificultades, pero estamos convencidos de que en 2017 vamos a encontrarnos con una ciudad más rica, mejor relacionada internacionalmente, que ha arriesgado con creaciones contemporáneas, donde los creadores vascos han trabajado con gente de fuera... Nos daremos cuenta de lo importante que ha sido la Capital Cultural.

miércoles, 8 de junio de 2016

Moneo acudirá a Arantzazu a la presentación del libro 'Oteiza. Catálogo razonado de escultura'




La Fundación Arantzazu Gaur ha organizado, en colaboración con la Fundación Museo Jorge Oteiza, la segunda presentación pública de la publicación 'Oteiza. Catálogo Razonado de Escultura', en la que el artista y crítico Txomin Badiola ha reunido las más de 2.500 obras que del autor de los Apóstoles de la Basílica de Arantzazu se conservan tanto en colecciones privadas como públicas. 
El acto tendrá lugar el sábado a las 12.00 horas en el centro cultural Gandiaga Topagunea y está confirmada la asistencia del prestigioso arquitecto Rafael Moneo y del propio autor de la publicación.
«Al abordar el catálogo mi objetivo inicial era doble: por un lado, realizar una recopilación de la obra completa y, por otro, crear una estructura que fuera respetuosa con la complejidad de un artista como Oteiza» señala Badiola, autor de la publicación que contiene una revisión crítica de la obra escultórica de Oteiza (1908-2003). 
Para ello, se ha completado la parte puramente de catalogación de las obras con material de ámbito discursivo que las contextualiza dentro de un proceso vivencial, biográfico, artístico y experimental.